Disciplina

Se sentía realmente mal, era una sensación de vacío… esa incomodidad que se siente cuando uno sabe que hizo algo incorrecto y no podrá ocultarlo. Y en realidad no podía ocultarlo, su condición, su rol, no se lo permitía y aunque el dolor le gustaba, también le asustaba, pero lo que le dolía más era no haber podido complacer a su Señora.

Preparó el jengibre, modeló un tapón anal, lo envolvió en plástico adherente y lo puso en la refrigeradora, al lado de un gotero y un frasco donde estaba el jugo que también preparó. Sintió escalofríos viendo todo junto…

Se fue a la habitación de Ella, aseó e hidrató los juguetes de impacto y los puso sobre su cama en orden de tamaño y rigidez, paletas, fustas, varas…

Limpió los dildos hincado junto a la cama. Seleccionó los que eran más grandes que su propio pene, como su Dueña le había enseñado, los colocó en orden de tamaño, puso el arnés y una canasta con condones al lado. También puso lubricante, por si acaso…

Extendió en la cama el paño de terciopelo donde estaban envueltas las pinzas y a continuación, velas de colores y fósforos.

Pulió las agujas de penetración uretral y colocó la cajita con todas ellas al lado de la colección de dildos. Finalmente, colocó el potro a los pies de la cama y ¡listo! Ya estaban dispuestas todas las opciones… al menos las que requerían juguetes disponibles en casa, aunque Ella podía castigarlo fuertemente sin instrumento alguno. Le dio un vistazo a todo para asegurarse de que estaba perfecto, esperando que su dedicación le ayudara a conseguir algo de piedad de la Dómina.

Le envió varios mensajes:

Cuando llegó, vio el bolso de Ella sobre la mesa, corrió al baño, se refrescó y se fue a la habitación de Ella. Tocó la puerta mientras se soltaba los botones de la camisa, se abría el cinturón y la cremallera, para que a Ella le fuera fácil desvestirlo.

Temblaba… tocó otra vez, escuchó sus tacones, como un reflejo se arrodilló y bajó la vista. Un fuerte escalofrío lo recorrió de pies a cabeza… en un par de segundos su cuerpo rememoró a la vez todos los castigos que había sentido: la pinzas en los pezones y el escroto, el jugo de jengibre en el ano y en la uretra, los azotes, hasta la sodomización con un dildo muy grande, y tantos más…

Escuchó sus zapatos aproximándose, se abrió la puerta y cerró los ojos…

-Por favor, Señora, se lo ruego, ¡corríjame!

-Es justo lo que voy a hacer…

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